Hace poco, decidí hacer un experimento social que me hizo reflexionar sobre la capacidad de dar y recibir, y cómo a veces pasamos por alto nuestro propio privilegio sin darnos cuenta.
La historia comienza así: tenía planes emocionantes para mi cumpleaños, pero una desafortunada fractura me dejó varada y sin poder viajar. Pero como dicen, cuando la vida te da limones, ¡haz un GoFundMe!
Entonces, lancé un GoFundMe para financiar un viaje post-cumpleaños y dependía de mis amigos y familiares para hacerlo realidad. ¿La respuesta inicial? Bueno, fue un combo de aplausos y críticas. Mis amigos más cercanos me alabaron por mi ingenio y creatividad, mientras que otros me dijeron que eso era solo para emergencias. Pero aquí está el meollo del asunto: ¿por qué sentimos que solo podemos pedir ayuda en caso de tragedia?
En mi libro, no necesitas una tragedia para pedir ayuda. Pasé un verano increíble viajando, y como diríamos en Puerto Rico, me quedé “pelá” (sin un centavo) al final. Además, ya no podía darme el lujo de irme de viaje por mi cumpleaños debido a la fractura. Así que pensé, ¿por qué no? Seguro que al menos 20 personas entre amigos y familiares podrían considerarlo un “detalle” de cumpleaños.
Este experimento me llevó a reflexionar más profundamente sobre por qué nos avergonzamos tanto de hacer cosas que podrían beneficiarnos. A menudo, nos preocupamos demasiado por lo que piensan los demás o caemos en la trampa de la modestia excesiva. Pero, ¿por qué no permitirnos recibir un poco de ayuda cuando la necesitamos o pedir lo que deseamos?
Es importante recordar que cada uno tiene su propia perspectiva y circunstancias únicas. Lo que para algunos puede parecer un lujo, para otros puede ser una necesidad. La verdad es que todos tenemos momentos en los que podríamos usar un poco de apoyo, ya sea emocional, financiero o de cualquier otra índole. Y no deberíamos avergonzarnos de pedirlo.
Así que la próxima vez que te encuentres en una situación en la que necesites ayuda o desees algo, no dudes en pedirlo. No importa si es un regalo de cumpleaños o cualquier otra cosa que te haga feliz. Aprende a reconocer y valorar tu propio privilegio, y no te sientas mal por buscar el apoyo que necesitas.
En última instancia, lo que descubrí es que pedir ayuda no nos hace débiles; nos hace humanos. Y si alguien te juzga por ello, bueno, eso es asunto suyo. Tú sigue adelante y busca lo que te hace feliz y te permite crecer. ¡La vida es corta para preocuparse por el qué dirán!
Así que, ¿quién se anima a hacer un GoFundMe para su próximo viaje?
¡Yo ya lo hice y no me arrepiento en absoluto!